Cárcel Pública de Valparaíso
[actual PCdV] Parque Cultural de Valparaíso – ex Cárcel
Cerro Cárcel, Comuna de Valparaíso

Desde su construcción en 1846, la Cárcel Pública de Valparaíso albergó a muchas generaciones de personas detenidas por sus ideales y acción política. Adolescentes, adultos jóvenes y ancianos, activistas, luchadores sociales y opositores a regímenes autoritarios a lo largo de la historia nacional (en revueltas populares del siglo XIX, Guerra Civil de 1891, Huelga Portuaria de 1903, sindicalistas de los años ‘20, Ley Maldita de 1948, partidarios de la Unidad Popular, opositores del Golpe y de la Dictadura cívico-militar). La Cárcel de Valpo. fue el principal centro masculino penitenciario a nivel regional, 

donde muchos prisioneros políticos [PP] fueron recluidos, hacinados y torturados. Gendarmería de Chile fue la institución a cargo de este recinto, custodiaba a presos comunes y a presos políticos que cumplían condenas obtenidas en los Consejos de Guerra «montados» en Fiscalía Militar (ubicada en la antigua Intendencia en Plaza Sotomayor, edificio usado -también- como centro de interrogación y tortura). Años después del “retorno a la Democracia”, los últimos PP fueron liberados (1992) y los prisioneros comunes fueron trasladados a un nuevo recinto en las alturas de la ciudad (1999). El viejo penal del cerro Cárcel en el puerto cerraba de forma definitiva. 

Respecto a la prisión política, el período con mayor cantidad de PP en la cárcel de Valparaíso ocurre entre 1973 y 1974. Es el contexto de las detenciones masivas en poblaciones, escuelas, fábricas, puestos de trabajo, hospitales y en el mismo puerto, además de todas las acciones represivas contra la agitación y propaganda realizadas como gestos de resistencia al Golpe. Estos prisioneros políticos fueron activistas de movimientos de izquierda, simpatizantes de la Unidad Popular en la región de Valparaíso, sindicalistas, dirigentes y/o militantes de partidos políticos (PC, PS, MIR, MAPU), además de los “marineros antigolpistas / constitucionalistas / revolucionarios” que se opusieron a los mandos golpistas de la Armada antes del 11, razón por la cual fueron apresados, torturados, excluidos de la rama castrense y custodiados durante años por Infantes de Marina dentro de la cárcel.

Todos estos hombres fueron trasladados al penal por diferentes agentes del Estado, cuyo arribo significó para muchos el reconocimiento oficial de su identidad y paradero público (la mayoría venía de recintos navales -como la Academia de Guerra Naval o el Cuartel Silva Palma-, recintos militares, policiales o centros clandestinos de detención y tortura, sin ningún tipo de registro oficial), con ello se venía el reencuentro con sus familiares y contactos políticos que ahora podían visitarlos, siempre que no cayeran en el castigo de la incomunicación. 

Luego, se observa una baja en el volumen de prisioneros debido al inicio de la represión más selectiva y al Terrorismo de Estado que aplicó el exterminio político por sobre la prisión, así como también comenzó la conmutación de condenas por penas de extrañamiento o exilio (Decreto Supremo 504 de 1975). Pero en la década de los ´80 la cantidad de presos volvió a aumentar, particularmente desde ‘83-’84 cuando una nueva generación de prisioneros políticos llega a la cárcel porteña en el marco de las Jornadas de Protesta Nacional (iniciadas el 11 de mayo de 1983), son aquellas personas que iban rearticulándose -clandestinamente- en organizaciones políticas, en paralelo al accionar del FPMR. 

Y como también ocurrió en otras cárceles, los prisioneros fueron sometidos a malos tratos, golpizas, incomunicación y abusos permanentes. Existen memorias que recuerdan a Infantes de Marina golpeando con palos a prisioneros tendidos en el piso, o a los agentes CNI entrando a la prisión para interrogar y torturar en espacios destinados para ello, dentro del recinto penal. 

Pero a pesar de ello, sobresaltan las memorias de solidaridad, compañerismo y resistencia que brotan con fuerza al hablar de la prisión política en la cárcel porteña. Sea tanto para prisioneros como para la comunidad de familiares que llevó a cabo la importante labor de denuncia-protesta y contención con el prisionero político. Así, estas memorias se centran en la resistencia cotidiana contra la cárcel, aprovechando políticamente la situación y así continuar haciéndole frente a la Dictadura, combatiendo la incomunicación, el encierro y hacinamiento (pasaron más de 2mil PP por la cárcel y hubo momentos en que dentro de celdas de 2×2 mts., pensadas para cuatro 4, tenían que convivir cerca de 12 prisioneros). 

Afloran los relatos de lucha y organización entre prisioneros políticos: reencuentros y contención, orgánica partidista al interior de la prisión, el hecho de compartir el encierro con personas con distintas edades (en esa época, la mayoría de edad era a los 21 años, y hubo también menores encerrados por causas políticas allí), la formación de cuadros políticos en la cárcel, el aprendizaje de artes y oficios (artesanía carcelaria en lana, cuero o hueso, orfebrería, zapatería, etc.), la instalación de una biblioteca marxista (camuflada entre novelas) gracias al contrabando de libros, impresión de boletines para informar sobre la situación nacional o difundir los sucesos dentro de la cárcel, instancias recreativas (juegos y deporte), organización en comisiones para el apoyo mutuo en el quehacer cotidiano, ayuda anímica y psicológica hacia algún compañero que lo necesitara, además de la labor de los encargados para relacionarse con Gendarmería y la coordinación con agrupaciones de familiares para exponer sus necesidades y vender la producción artesanal, aportando así con ingresos económicos a sus respectivas familias. La asamblea política entre PP también estuvo frecuentemente presente y es definitivamente uno de los momentos más relevante políticamente al interior de la cárcel. 

Otras memorias de la prisión en Valparaíso se vinculan a hitos importantes en la década de los ´80, dándole visibilidad nacional a este centro de detención, tales como el asesinato de Gonzalo Muñoz en 1985, la fuga de los frentistas en 1987, el asesinato-suicidio del compañero Rigoberto Pizarro (1987), las huelgas de hambre, la tomas de espacios dentro de la cárcel organizadas entre prisioneros y familiares o la coyuntura del Plebiscito en 1988 que generaba una incertidumbre sobre el destino de los prisioneros sea cual fuere el resultado.

A Gonzalo Muñoz lo apuñalan cuando intervino en una riña entre PP y presos comunes, al interior del Galería de Reos, tras finalizar una huelga de hambre justamente exigiendo la separación de espacios delimitados entre prisioneros comunes y políticos, alegando su diferencia de condición y el reconocimiento de su grupo como PP. En ese entonces, todos los reos de la Cárcel Pública compartían galerías en celdas intercaladas y algunos PP enfrentaron situaciones de hostigamiento, hurto (de ropa, comida, dinero o herramientas de trabajo), asaltos y golpizas por parte de los “comunes”… Celos o aprovechamiento quizás, la red de apoyo hacia los PP era evidentemente mucho mayor que hacia reos comunes. Encargo político quizás o de Gendarmería se sospecha… Pero, la muerte de Gonzalo todos lo vieron distinto según el ángulo en el interior de la Galería de Reos, aunque -al mismo tiempo- todos fueron testigos de la pelea, el jolgorio ocurrido y su muerte. Lo claro es que Gonzalo Muñoz –el Chaggy– muere el 19 de noviembre de 1985(1) con 19 años de edad y no alcanzó a cumplir el año de condena, militante de la JJCC. Su caso alcanzó visibilidad nacional, porque sentó el antecedente para seguir presionando y ser reconocidos como PP, lograr una mejora en sus condiciones carcelarias. Recién a mediados de 1986 los prisioneros son trasladados a la nueva celda de PP cerca del Polvorín, ahora separada de la Galería de Reos, en un galpón de 2 pisos, enrejado, con baño, comedor, cocina y patio. Un espacio solo para ellos.

La exitosa fuga de cuatro compañeros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez en 1987 también marcó un hito de organización, lucha y rebeldía al interior de la correccional. Fue una acción coordinada que implicó la participación colectiva de los PP en Valparaíso ya que, de alguna manera, todos se encargarían de encubrir la fuga (incluso, personas ayudaron desde afuera, cubriendo o recibieron a los fugados). Con todo Gendarmería se percató del hecho 2 días después y la equivocación en el conteo de prisioneros fue considerada una doble negligencia. Los allanamientos a celdas, interrogatorios y hostigamientos resistidos por los PP no menguaron la satisfacción de la fuga. Aunque el suicidio del compañero Rigoberto Pizarro -militante MIR, que después de una intensa sesión de tortura por creerlo parte de la organización de la fuga decidió quitarse la vida- terminó siendo un llamado de atención a la contención entre los PP para estar alerta en todo momento, ya sea por el cuidado psicológico entre compañeros, o para defenderse de Gendarmería que intentó montarlo como un caso de homicidio entre PP y desligarse de su responsabilidad en el caso. Horribles coletazos de una fuga.    

Pero otros tonos de memoria provienen también desde la comunidad de familiares y organizaciones de DDHH que acompañaron y colaboraron con los PP desde las calles del puerto. Entre ellas, destaca la Agrupación de Familiares de Presos Políticos [AFPP], la Comisión de Derechos Humanos de Valparaíso, la Asociación Gremial de Educadores de Chile [AGECH], la Corporación de Defensa de los Derechos del Pueblo [CODEPU], la Organización de Mujeres de Chile [MUDECHI], la Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas [FASIC], la Cruz Roja, entre otras.

Estas agrupaciones se conformaban principalmente por mujeres que se vuelcan a la militancia por los DDHH en defensa de sus familiares en prisión, constituyéndose en un pilar fundamental de la resistencia popular en Valparaíso, por lo que además también enfrentaron persecuciones y represión política por esta labor. Ellas, siempre presentes, perdiéndole el miedo a la Dictadura en cada acción de protesta por sus presos, convencidas de su coraje hasta en los momentos más difíciles, organizando vigilias cuando algo grave sucedía al interior de la cárcel, comunicándose a gritos con los PP o con lienzos y señales desde los cerros hacia abajo (donde podía observarse el patio o las galerías de la cárcel), aprovechando “la visita” para generar el contacto familiar y poder ingresar e intercambiar mensajes con información relevante, tanto para proteger a PP como a ex-reos “libres” que estaban en la mira de los agentes represivos. Ellas, asumiendo la tarea del cuidado de la familia y apoyando a los compañeros liberados tras su salida. Ellos, buscando reinventarse, retomando vínculos familiares en pausa, reinsertándose en espacios o construyendo otros nuevos, buscando trabajo, emigrando, con el cuidado necesario de no poner en riesgo a su familia o su libertad por causas políticas. 

Impresiona ver cómo emergen -con orgullo y rapidez- las memorias de resistencia de prisioneros y familiares, amigos(as) y compañeros(as), marcadas por la acción decidida y ofensiva organizada. Personas que no se consideran víctimas, pues asumen la responsabilidad de sus acciones en el marco de la lucha contra el Terrorismo de Estado. 

Esa marca de resistencia ha quedado en este espacio y perdura, incluso después de que la antigua Cárcel Pública de Valparaíso fuera abandonada en 1999. Transmutando en una lucha de resistencia cultural se logra arrebatar este espacio de la especulación inmobiliaria a punta de organización y ocupación artística-cultural popular, y en co-gestión con el gobierno regional se construyó el Parque Cultural que la ciudad requería. La emergencia de memorias colectivas nos habla de ello, del conflicto de intereses que significó construir la nueva infraestructura (2011) y su posterior implementación. No obstante, el PCdV Ex Cárcel se posiciona hoy como uno de los espacios públicos más activos del puerto, abierto a la ocupación diversa y encuentro permanente de la comunidad en tanto parque urbano, centro cultural y sitio de memoria. Allí se realiza un trabajo de patrimonio y memoria que contempla visitas guiadas, investigación, archivo, vinculación con agrupaciones de ex PP, acciones conmemorativas, junto a la mediación cultural con ejes de memoria y gestión patrimonial (logrando su reconocimiento oficial como Monumento Histórico el 2017). Aún con mucho por reconstruir, crear y proyectar.

1-Gonzalo Muñoz fue un joven comunista de 19 años, prisionero político, militante de las Juventudes Comunistas que muere apuñalado el 19 de noviembre de 1985 en una de las galerías de reos de la ex Cárcel Pública de Valparaíso. Sus compañeros han mantenido viva su memoria y la de diversxs jóvenes luchadores que se enfrentaron a la dictadura en los años ‘80, organizando -entre otras cosas- la Casa Memoria de Valparaíso, espacio ubicado frente a la plaza Yungay que recibe a sus visitantes con un gran mural donde Gonzalo vuelve a pisar las calles porteñas nuevamente. Puedes encontrar documentos y películas documentales donde se aborda el caso de Gonzalo en la sección “Material Complementario” de esta página.
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